- Fidel Fita
- Fidel Fita Colomé (Arenys de Mar, Barcelona, 31 de diciembre de 1835 - Madrid, 1918), arqueólogo, epigrafista, filólogo e historiador español. Hijo de un matrimonio de la pujante burguesía catalana, Félix Fita i Roura y Antonia Colomé i Esparragó, a los diez años marchó a Barcelona, donde inició estudios de Gramática. Dos años más tarde, en 1850, ingresó en la Compañía de Jesús en la casa de Aire-sur-Adour (Landas). Después de estudiar en otros centros de la Orden (Nivelle, Bélgica, donde se formó en Retórica), se trasladó a Loyola en 1853 como profesor de Humanidades y Griego. Entre 1854 y 1856 estuvo exiliado en Laval (Francia); regresó al año siguiente y en 1857 fue destinado al colegio de Carrión de los Condes (Palencia) como profesor de Latín y Francés. Entre 1860 y 1866 residió en León donde cursó Teología y empezó sus investigaciones históricas, arqueológicas y epigráficas. Fue nombrado vicepresidente de la Comisión de Monumentos de León; como tal conoció al ingeniero Eduardo Saavedra, con quien mantuvo una duradera amistad fundada en sus comunes aficiones y publicaciones. Sus primeros trabajos sobre inscripciones lenonesas se publicaron en El Eco de León y él mismo recorrió la zona buscando vestigios de la presencia romana y realizando excavaciones arqueológicas en La Milla del Río, únicas en las que él intervino, que publicó en Epigrafía romana de la ciudad de León, con un prólogo y una noticia sobre las antigüedades de La Milla del Río de D. Eduardo Saavedra, León, 1866. Entre 1866 y 1867 Fita fue trasladado a Cataluña por la Compañía, pero tuvo que exiliarse de nuevo en Francia en 1868, de la que no regresaría hasta 1870, y, tras residir en diversos lugares, fijó su residencia en Banyoles (Girona). En esta etapa realizó estudios sobre la historia de Cataluña y las inscripciones epigráficas de Girona, en especial las hebreas. También por estas fechas mantuvo correspondencia con Juan de Dios de la Rada Delgado, que estudiaba las esculturas halladas en el Cerro de los Santos (Albacete) y le consultó sobre la lengua y la grafía que presentaban algunas de ellas –en buena parte falsas- por si se trataba de inscripciones hebreas. Pero las ambiciones lingüísticas de Fita iban más allá: partidario de la corriente del vasco-iberismo defendida por Wilhelm von Humboldt y, quizá influenciado por Jacobo Zóbel de Zangróniz se preocupó también por las inscripciones prerromanas y fue el primero en publicar el bronce de Luzaga (Hübner MLI XXXV) sobre cuya transcripción consultaría a Zóbel. También mantuvo correspondencia sobre el mismo con el filólogo Víctor Stempf (1841-1909), editor de una traducción de las Linguae Vasconum Primitiae de Bernart Etxepare (Bernard Dechepare) (1545); también realizó un trabajo pionero sobre la lengua celtibérica titulado Restos de la declinación céltica y celtibérica en algunas lápidas españolas (Madrid 1878). No se interesó, sin embargo, por los testimonios de la lengua y escritura griegas en la Península. En 1877 fue elegido Académico de Número de la Real Academia de la Historia y se trasladó definitivamente a Madrid, donde vivió más de treinta años entregado a una ingente labor científica, tomando parte en diversos proyectos como las Comisiones de La España Sagrada, la de Antigüedades o el Diccionario Geográfico. Pero donde mejor se refleja su producción científica es en el Boletín de la Academia, en el que publicaría en torno a setecientos artículos, de los cuales casi un tercio tratan sobre Epigrafía, y del que sería nombrado director en 1883. Amistó con aristócratas como el Marqués de Monsalud, gran aficionado a las antigüedades, arqueólogos como George Bonsor, ingenieros como Horace Sandars, pero sobre todo con Emil Hübner que en aquéllos momentos había publicado ya el volumen II del Corpus Inscriptionum Latinarum (1869) así como las Inscriptiones Hispaniae Christianae (1871) y, en vista de todos los nuevos descubrimientos, se veía en la necesidad de publicar un suplemento a CIL II. Si Aureliano Fernández-Guerra había sido el gran informador de Hübner en el primer volumen, se puede decir que Fita ocupó su lugar en el Supplementum y en las posteriores addenda a los volúmenes, que se publicaron en Ephemeris Epigraphica (EE). En 1912, a la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo, fue nombrado Director de la Academia, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento seis años después.
Enciclopedia Universal. 2012.